Durante los últimos meses, el debate sobre las pensiones ha empezado a centrar el interés en nuestro país y ha empezado a copar minutos de radio y televisión y páginas en prensa.
Últimamente, nos hemos acostumbrado a ver cada día en los telediarios a políticos y expertos hablar sobre un asunto que, a pesar de su importancia y del paso del tiempo, no evoluciona al ritmo necesario y al que hasta ahora no se le ha dado la relevancia necesaria.
La realidad es que el sistema público de pensiones actual no es sostenible en el tiempo
En eso está todo el mundo de acuerdo, incluyendo políticos con ideologías antagónicas. Sin embargo, en lo que no hay consenso, es en cómo debe ser la reforma que se debe acometer para modificar el sistema actual. Al hablar de estas modificaciones, se suele hacer mención al modelo sueco, al alemán, las revalorizaciones con el IPC, los porcentajes de la tasa de sustitución, etc.
Sin embargo, algo de lo que no se habla lo suficiente es del necesario cambio de mentalidad de la ciudadanía en torno a una cuestión fundamental: el ahorro. Y en este punto, la educación financiera es primordial a la hora de abordar este asunto. Para ser justos, es cierto que en los últimos años también se ha notado un avance en este sentido, gracias, sobre todo, al desarrollo de diferentes iniciativas provenientes tanto del sector público como del privado. Estos esfuerzos, aunque claramente positivos, son todavía insuficientes, aunque suponen un buen punto de partida.
Pero es necesario insistir en la educación financiera, en que todos los ciudadanos desarrollemos una verdadera “cultura financiera”. En primer lugar porque, a medida que una persona aumenta su educación financiera, incrementa su
libertad económica individual. Resulta básico concienciar sobre este aspecto. El ejemplo más claro podemos verlo en algunos episodios que se produjeron durante la crisis financiera, cuando muchas personas perdieron sus viviendas por no conocer los riesgos que conllevaba asumir deudas a 30 ó 40 años en determinadas condiciones, aunque hubiera otros muchos culpables. Nunca sabremos exactamente qué habría ocurrido pero parece claro que, con una mejor educación financiera, muchas situaciones de este tipo podrían haberse evitado.
Evidentemente, lograr un nivel óptimo de educación financiera requiere de mucho tiempo y dedicación. En este sentido, los ciudadanos con menor conocimiento financiero tienen la oportunidad de contar con profesionales que les ayuden a tomar las mejores decisiones posibles según : las necesidades, perfil de riesgo, edad, intereses, etc. Los asesores financieros cualificados tienen la
obligación de explicar las alternativas de inversión disponibles, los riesgos y ventajas que conllevan, y, sobre todo, cerciorarse de que sus clientes entienden y son conscientes de los productos que contratan.
En
EFPA España llevamos años desarrollando un ambicioso
programa de educación financiera orientada a ofrecer a los participantes conocimientos básicos que les permitan llevar a cabo una buena gestión de sus finanzas personales. Hemos logrado llegar ya a más de 5.000 profesionales de colegios y asociaciones y la experiencia no puede ser más positiva, sobre todo cuando vemos el interés que muestran los diferentes colectivos y los avances que experimentan. Este tipo de iniciativas ponen de manifiesto que, cuando se ponen a disposición de los ciudadanos las herramientas adecuadas, las finanzas no siempre parecen tan aburridas.